 Son estas las edificaciones comunitarias más importantes y que más perduraron en las aldeas mindonienses. La vida del campesino giraba en torno al cultivo de los cereales, medio de pago y de subsistencia de las familias, por lo que el molino se hacía imprescindible para obtener la harina que sería transformada en pan en los hornos de cada vivienda. La construcción podían realizarla los propios vecinos, en cuyo caso cada uno de ellos tenía un turno de uso reservado (quenda), o tener un único propietario que cobraba su uso en grano (maquila).
En cualquiera de los casos, cada aldea tenía uno o varios molinos asociados que, junto con los de las aldeas vecinas, generaban una sucesión de molinos a lo largo del cauce del río. Su ubicación estaba siempre condicionada por el cauce fluvial, por lo que puede estar relativamente alejado del núcleo habitado. Este carácter aislado y solitario los hace escenario de abundantes historias de la mitología y de la tradición oral.
Son por lo general construcciones aisladas de gran belleza debido a su forma y emplazamiento solitario junto al río, rodeados de vegetación. En la mayoría de los casos son edificaciones de reducido tamaño, con sencillas cubiertas a dos aguas y con paredes de mampostería y materiales no excesivamente cuidados.
Se sitúan a caballo entre la ladera y el cauce del río, aprovechando el desnivel para configurar dos plantas independientes. En la inferior se sitúa un rodezno horizontal que gira empujado por la presión del agua retenida. El agua retorna después al río, saliendo del molino a través de un muro lateral en el que suele abrirse un sencillo arco. El giro de la rueda es trasmitido por un árbol o eje vertical a la planta superior, donde se realiza la molienda. Un forjado de pontones de madera apoyado en el muro perimetral soporta el peso de los mecanismos y forma el suelo de la planta. Los elementos principales son las dos muelas de piedra, la inferior fija (solera) y la superior (volandera) más ligera y unida al árbol, que la hace girar para moler el grano entre ambas. Desde el interior de la edificación, hay un tirador que permite controlar la salida del agua para regular el giro del rodezno.
Estos pequeños molinos son los más abundantes, pero existen también algunos con dos o más rodeznos que solían ser de maquila. Sus edificaciones responden al mismo esquema que los anteriores, aunque eran mayores sus dimensiones para albergar la maquinaria y mayores espacios de almacenamiento y trabajo. Se situaban en cauces fluviales de mayor importancia, para asegurar un aporte de agua constante.
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