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Andrés García Doural
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O REGO DA CAL
Esta corta y torrencial corriente de agua ya aparece citada en el testamento del Conde Santo de Lorenzana.
El curso de agua conocido como ?Rego da Cal?, tiene su origen en la ladera de los montes de ?A Farrapa?, muy cerca de las viviendas de As Invernegas, en un manantial llamado ?Fontevella?.
Al poco de iniciar su precipitado descenso, sus aguas fueron aprovechadas por los vecinos para regar los prados conocidos como ?As Cortiñas? de As Invernegas y un poco más abajo, otros de los vecinos del barrio de Pausalido.
Continuando su descenso, en su margen izquierdo, parte de sus aguas fueron desviadas por antiguos habitantes de la vivienda de Xastoso para abrevar el ganado de casa, lavar las ropas e incluso para asearse y para consumo doméstico.
Las aguas continúan su precipitado descenso por entre viejos abedules, alisos, castaños, robles, acebos y laureles. Más abajo, sus aguas son aprovechadas de nuevo para regar los fértiles prados de ?Rego da Cal? y los de ?Os Espiñeiros?.
Por último, continua su descenso por entre otra masa boscosa, abundante de castaños, robles, abedules, avellanos y acebos hasta unirse sus aguas, en la finca conocida como ?O Barganzo?, junto a las del río Valiñadares, que descienden precipitadamente desde lo más alto de la parroquia de San Lorenzo de Sasdónigas.
El curso de ?O Rego da Cal? es muy corto, poco caudaloso y no alcanza la longitud los mil metros.
Aguillón

Comentarios (0) - Categoría: Cronicón - Publicado o 26-02-2019 15:47
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CON SUMO CARIÑO
En una vivienda del barrio del Pedroso, de la parroquia de S. Vicente de Mondoñedo, a comienzos de los años setenta del pasado siglo, residía el matrimonio formado por Santiago Doural García (1922-1988), su esposa Pilar García Nogueira y sus hijos Cecilia y Guillermo. El matrimonio, como la gran mayoría de vecinos, se dedicaba a la agricultura, aunque Santiago ejercía el oficio de carpintero y en su escaso tiempo libre, se dedicaba a animar las populares ?fias? de la zona tocando el acordeón. También era un buen aficionado al deporte de la caza.
Santiago era primo carnal de mi madre, padrino de su bautismo e incluso padrino de su boda. Su hija primogénita, Milagros, es mi madrina de bautismo y madrina de mi boda. Por estos motivos y por otros muchos más, que no vamos enumerar, es una familia a la que nos sentimos muy unidos y profesamos un cariño especial.
Durante varios años, al rematar el curso escolar o el curso en mi etapa de bachillerato, en el Instituto S. Rosendo de Mondoñedo, me desplazaba durante varias semanas al domicilio de Santiago y Pilar del Pedroso. Allí desconectaba del curso escolar y de los quehaceres de un niño de aquella época. A mí siempre me trataron con mucho cariño y como uno más de casa. Una vez junto a ellos, participaba en la vida diaria de un domicilio del medio rural: mallas, cocción del pan en el horno de casa, sacar el estiércol de las cuadras para abonar las tierras, recoger las patatas, gradar las tierras, curación y ?apalleirado? de la hierba seca, etc. Para mí era un espectáculo ver descender desde ?A Muxueira? o desde ?O Chaelo? los carros bien ?galgados?, cargados de ?mollos? de trigo o centeno por los empinados caminos hacía A Pradela y A Valiña, con aquel sonido tan chirriante. Ir de noche a las aceñas de la familia Chao de San Vicente, acompañando a Guillermo, con la escasa luz del foco, que hacía que me tropezara en cualquier cosa. Ver la yunta de vacas de casa ascender por el camino con la pesada desgranadora desde O Pacio al Pedroso. ¡Aquel sonido de la desgranadora y de la limpiadora!.
Cuando la temperatura lo permitía, después de cenar, en el frontal del domicilio de Santiago y de Pilar se formaba una verdadera tertulia. Nos sentábamos en el paso de la puerta, en el cepo de la leña, en la ?moa? de afilar cuchillos u hoces o en el carro de la vaca. Se dejaba abierta la puerta de la vivienda para que la débil luz de la cocina iluminara el frontal de la puerta. Allí se juntaban, José María ?O Rey?, que comentaba anécdotas de su estancia en Cuba, Justo Nogueira ?O Gallardo?, que relataba con precisión su etapa como soldado en la Guerra Civil. Santiago, que disfrutaba de un gran sentido del humor, comentaba algunas aventuras de su juventud o incidentes que le habían ocurrido tocando el acordeón. En alguna ocasión participó José Torres de O Vilar, que siempre venía cubierto con su sombrero y montado sobre su negro caballo, con la molienda a las aceñas de Chao. Tan entretenido se encontraba, que no miraba ni el reloj. Otro que no faltaba a la tertulia era el joven perro de la casa, al que Santiago le había impuesto el nombre de ?Pirri?, aunque no tenía nada que ver con el pundonoroso y valioso jugador del Real Madrid, y que cuando le gastaba alguna broma o se dirigía a él cariñosamente no paraba de agitarse. ¡Qué disputas tenían el gato y el perro por acercarse al fuego de la lareira! .¡Cuantas veces les he soplado con el ?soplón? de avivar el fuego!
En el año 1977, yo me alisté como soldado voluntario en el Ejército y me tuve que marchar destinado para Astorga (León). De este modo dejé de asistir a esas mini vacaciones en O Pedroso, pero cuando los permisos me lo permitían, no dejaba de hacerles la visita de rigor. Cuando me llegó el momento de contraer matrimonio en la iglesia parroquial de Puerta de Rey de Astorga (1985), por supuesto que invité a miembros de esta familia. ¡Qué alegría me produjo el ver entre los invitados a Santiago y su hija Cecilia!
La última vez que Santiago tocó su preciado y reluciente acordeón, pese a padecer ya una grave enfermedad, fue en la cocina de su domicilio de O Pedroso. Yo me hallaba recién casado y en compañía de varios miembros de la familia, decidimos realizar una visita a estas personas tan queridas por todos nosotros. Después de degustar unas doradas y sabrosas empanadas, muy típicas de Mondoñedo, a la hora de tomar el café, Santiago ascendió a su dormitorio y al rato, descendió con su acordeón al cuello e interpretó varias piezas a los comensales. Su esposa, Pilar, casi no se lo creía. Bonito detalle, que con el paso de los años, cada vez valoramos más.
De vez en cuando, voy al Pedroso. Al llegar al frontal de la vivienda de Santiago y de Pilar, me quedo contemplando la edificación, el cabozo, la aira y la cortiña, pero me invade una enorme tristeza al ver las edificaciones tan deterioradas, alguna ya en estado ruinoso, las tierras de cultivo cubiertas de vegetación y lo peor ¡sin habitantes!. Pero, al mismo tiempo, siento una gran satisfacción por haber conocido a todos estos vecinos y familiares que me trataron con tanto cariño y de haber disfrutado en su compañía de unos momentos tan entrañables.

Andrés García Doural

Comentarios (2) - Categoría: Cronicón - Publicado o 24-02-2019 20:45
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Gracias por su visita que deseo haya sido de su agrado
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