
La popular carraca es un artilugio de algo más de un metro de longitud, construido de madera, que gira por medio de unas manivelas y que produce un inconfundible sonido al golpear sus 16 mazos de madera, contra unas pequeñas láminas metálicas. El efecto producido es el de una densa crepitación.
La carraca se desarrolló en Europa en la Edad Media y se utilizó para advertir de la proximidad de algún peligro o para transmitir señales reemplazando a las campanas. Es considerado un instrumento colorista o descriptivo.
La gran carraca que se conserva en una sala del museo diocesano de Mondoñedo, durante muchos años permaneció resguardada en la torre de las campanas de nuestra catedral. Al no estar permitido tocar las campanas durante la Semana Santa, solía tocarse el día de Jueves Santo. La tarde de este día, era aprovechada por los vecinos de Mondoñedo para visitar las edificaciones religiosas y como ya hemos dicho, al no poderse tocar las campanas, se sacaba la carraca para el espacio libre del ático de la catedral, entre las dos torres de la misma, y en lugar de tocarse el Esquilón como de costumbre, se hacía sonar la carraca durante un cuarto de hora.
Siendo niños, en alguna ocasión escuchamos tocar la carraca y al estar colocada en un lugar tan elevado, el sonido era más fuerte. También recordamos otros pequeños artilugios de madera, que se vendían en el comercio de las hermanas González Rilo, conocido como O Almacén, provistos de una manivela, que eran manejadas con gran soltura por una persona, generalmente niños, y que desprendían un curioso sonido al hacer girar una pieza rígida sobre una rueda dentada.
Por Semana Santa era frecuente encontrarse en el Cantón Grande con algunos de estos curiosos instrumentos, que cuando sonaban varios juntos, llegaban a molestar nuestros oídos con su fuerte sonido. Hace mucho tiempo que se dejaron de ver y de hacer sonar estos artilugios y que la popular Carraca se halla fuera de servicio.
Lo que queda de ella, por supuesto que en mal estado, se encuentra guardado en una sala del museo diocesano. No sería desacertado, que un profesional de la madera, la restaurara e incluso se hiciera sonar de nuevo. Es de esas cosas curiosas que existieron en Mondoñedo y a las que por desgracia, no prestamos atención alguna.
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