lugar para a conectividade e o intercambio de memoria sobre o noso pasado personal e humano |
|
WEBSERIE HISTORIAS ARREDOR DA VIDA
Nominada aos premios Youtubeir@s 2022
REMOVENDO A TERRA
Selección Oficial no 36 CINEUROPA, 2022
RESONANCIAS DO PASADO
Premio do Público no MICE de Santiago de Compostela, 2022
Selección Oficial no Primavera de Cine de Vigo, 2021
EU TAMÉN NECESITO AMAR
Premio Mellor documental galego CURTAS 2019.
Selección Oficial MICE 2020. Santiago (aplazado polo coronavirus)
Selección Oficial ESPIELLO 2020. Boltaña-Huesca (aplazado polo coronavirus)
Selección Oficial Mostra de Cine de Lugo
THE BATTLE OF THE GOOD MEN
Selección oficial Cans 2018. sección vídeo clips.
Selección oficial Son Rías 2018. sección vídeo clips.
A VOLTA DOS NOVE
Nominación Mellor Documental
Premios Mestre Mateo, 2015
Premio do Público
Festival Primavera do Cine, 2015
DESDE DENTRO DO CORAZÓN
Nominada a Mellor Banda Sonora
Jerry Goldsmith Awards, 2013
Nominada a Mellor Longametraxe
Festival Primavera do Cine, 2014
O FAIADO DA MEMORIA
Arousán do Ano 2009
Apartado Cultura
A MEMORIA NOS TEMPOS DO VOLFRAM
1º Premio Certamen Etnográfico
Espiello, 2005
|
|

|
ARQUIVO DA MEMORIA SOCIAL |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Aurelio e Casalderrey |
|
.jpg&color=FFFFFF)
Aurelio y yo-?De monaguillos en Vista Alegre?
Desde el campanario de la Iglesia de Vista Alegre, con unos espejitos que daban en la droguería Lens, hacíamos señales con reflejos a las alumnas de las Felipenses durante el recreo.
Y era muy emocionante cuando recibíamos también otros destellos de vuelta que nos hacían las chicas?
Nuestros espejitos eran, para nosotros, algo así como los precursores de los teléfonos móviles de hoy en día?
Durante mi corta carrera de monaguillo, iniciada por sugestión de Aurelio, que ya ejercía tal ministerio a servicio del siempre malhumorado cura Don José, subíamos al campanario para anunciar las actividades de la iglesia, redoblando las campanas con los diversos toques que mi inseparable amigo me enseñaba.
¡Salíamos casi sordos de allí!..., pero nos sentíamos muy importantes comandando tantos decibeles de lo alto del campanario, como maestros regentes, cada uno en su campana, trinando primero la más grave, después la otra más aguda, juntando a seguir ambas al unísono, llamando para la novena de Santa Rita.
De allí, corríamos para la sacristía a vestir nuestros paramentos para ayudar en la celebración de la novena, no sin antes comer unas hojas de pan ácimo, que guardaban para hacer las hostias, y darnos un trago de la botella del estupendo vino tinto que Don José tenía escondido en el armario?
Cuando nos pasábamos del punto en que podría notarse la falta en la botella, simplemente le rellenábamos con agua lo bebido?
Eso fué pasando desapercibido hasta el día en que, al tomarse el cáliz durante la misa, haciendo gestos de quién había notado algo raro allí, Don José nos lanzó, en plena novena, aquella mirada furibunda que lo decía todo?
Sabía, el severo sacerdote, que aquello no podría ser atribuido a otro milagro que estaría ahora transformando el vino en agua de nuevo, al revés de lo que Jesús había hecho en las Bodas de Canaán?
Pero, por otro lado, Don José tampoco tenía pruebas de la autoría de aquel desfalque, de modo que apenas se limitó a guardar su botella ?a siete llaves? a partir de aquel día?
La verdad es que nunca en mi vida tuviera la menor vocación para monaguillo.
La idea de recomendarme al cura fuera de Aurelio.
Todo porque aquellas novenas eran frecuentadas por las alumnas de las Felipenses, entre las cuales había dos por quienes curtíamos un amor platónico?
Con aquellas vestes angelicales y ayudando en las misas, queríamos impresionarlas favorablemente, para, quién sabe algún día, confesarles nuestro amor cuando tuviésemos coraje para tanto?
Y fué por causa de eses paramentos que vestíamos que se dio el desastroso fin de mis pretensiones?
Aquel día, como aún nos sobraba tiempo para iniciar el culto, ya vestidos con aquel sobrepelliz blanco lleno de bordados y puntillas, luchábamos a las ?tumbas? en la sacristía, retorciéndonos por el suelo, de un lado para el otro, hasta sentir aquel ruido de un enorme rasgón en mi ropa?
Mi sobrepelliz se había rasgado desde la manga hasta más allá de la cintura, por debajo del brazo derecho, sin la menor posibilidad de uso en aquel estado?
Había que encontrar alguna solución rápidamente pues restaban apenas 15 minutos para el inicio de la misa?
-¡Ya sé!,- dijo Aurelio,
-¡Vamos a buscar una aguja e hilo en el convento!.
Fuimos hasta el ?torno? por donde atendían las monjas en clausura y muy gentilmente nos entregaron una aguja enhebrada con un largo hilo blanco.
Con nuestras pobres dotes para el arte de la costura, hicimos un remiendo tan mal hecho, que no nos aguantábamos de la risa solo de mirarlo.
Además de los puntos enormes, que dejaban grandes fallas entre las dos partes cosidas, la costura se había fruncido de forma tal a lo largo del remiendo, que la parte de la derecha había encogido casi diez centímetros?
Cuando íbamos a deshacer los puntos para tentar mejorar nuestra obra prima, oímos la voz mal humorada del cura preguntándonos que estábamos esperando para iniciar el culto?
Sin más tiempo para nada, salí para el altar tal como estaba, procurando, sin éxito, esconder el grosero remiendo con el brazo apretado a lo largo del cuerpo, dando la impresión de estar inválido o algo así?
Ninguno de los dos se aguantaba de las ganas de reírse, lo que fue notado por Don José, que nos miraba con desapruebo a cada lance de la misa?
Y?tilín, tilín, tilín?, después del toque de campanillas, allá voy yo para el cambio del libro en el altar, cuando veo Aurelio con la mano en la cara, aguantando la risa al ver aparecer en destaque mi remiendo, cuando retiraba el pesado libro del altar?
Con aquel peso en las manos, sin posibilidad de esconder la cara y explotando de las ganas de reír, me escapó aquel gruñido por la nariz, tan característico de quien no aguantaba mas prender la risa?, lo que hizo con que Don José parase la misa y, sin más ceremonia, virándose para mí dijo, en alta voz, con el brazo extendido en dirección a la sacristía:
?¡En la misa no se ríe!... ¡FUERA!??
Aún hoy parece que estoy oyendo el eco de aquella voz...
¡Que vergüenza pasé aquel día!.
Allí, en el altar, rojo como un tomate, delante de todo el colegio de las Felipenses, después de dejar el remendado paramento en la sacristía, aún vino la peor parte, que fué recorrer todo el pasillo, por el medio de la iglesia (que se ve en la foto), ante la estupefacta platea que tan bien queríamos impresionar desde el inicio de las novenas?
Aurelio también llevó una reprimenda en la sacristía cuando acabó la misa.
Por ser muy competente, aún continuó con Don José por mucho tiempo.
Cuanto a mí, la desastrosa experiencia me curó, de una vez por todas, de la quimera de causar buena impresión vestido de monaguillo?.
Comentario por José Manuel Casalderrey (14-09-2009 01:03)
|
|
Deixa o teu comentario |
|
|
|
|