Se cree que la invención de los fuegos artificiales correspondió a los chinos y que el oficio de pirotécnico en España se remonta al siglo XVI; hoy en día este último se halla prácticamente industrializado. Los locales que se utilizaban para preparar los fuegos artificiales estaban dotados de escasas, por no decir nulas, medidas de seguridad, e incluso sus propietarios cometían temeridades como la de fumar en el interior del recinto. Se abusaba en exceso del grado de confianza y además, la cualificación profesional no era muy amplia.
En las ordenanzas municipales para la policía urbana y rural de la ciudad de Mondoñedo y su término del año 1909, en su artículo número 88 dice: "Se prohíbe establecer dentro de la población fábrica u obrador de fuegos artificiales o de pólvora fulminante o de fósforos y si alguno existiera se trasladara inmediatamente a las afueras".
Nos llamó poderosamente la atención encontrar en una relación de industrias existentes en el Ayuntamiento de Mondoñedo del año 1876, un taller dedicado a la elaboración de objetos con pólvora. Ésta pequeña industria se hallaba situada en la parroquia de Santa María de Viloalle y era propiedad de D. Vicente Barro Iravedra, padre de D. José Barro, que con el paso de los años sería el propietario de la afamada industria relacionada con el automóvil de Chavín (Vivero). El citado taller comenzó a funcionar en el año 1858 y daba ocupación durante la mayor parte del año a un obrero.
Para las fiestas y romerías eran confeccionados en estos pequeños obradores los fuegos artificiales, con los cuales se abren y cierran los festejos. Todavía, hoy en día se estima el valor de los festejos por la duración de la "tirada de foguetes". Estas confecciones pirotécnicas consisten en la mezcla de diferentes productos explosivos que sirven para producir efectos luminosos y sonoros, usados desde hace muchos años en las celebraciones festivas de la ciudad y de sus alrededores.
El 25 de enero de 1878, con motivo de los festejos celebrados en Mondoñedo por el Regio enlace (Alfonso XII y María de las Mercedes de Orleans), se dispararon numerosas bombas. Una de estas bombas explosionó en la Plaza Pública (actual de la Catedral) ocasionando la muerte a una niña de cinco años llamada Josefa, hija de Cosme Montero Fernández y de María Teijeiro, que residían en la calle Olandillas (actual de Julia Pardo). La explosión de la bomba causó heridas graves a María Teijeiro y a otra hija del matrimonio(1). La corporación mindoniense acuerda socorrer al Cosme Montero Fernández con setenta y cinco pesetas, por medio del artículo tercero del apartado quinto del presupuesto municipal, para que pueda auxiliar a su esposa e hija.
En los primeros años del siglo XX, conocemos la existencia de un establecimiento u obrador de "foguetes" en el punto conocido como "O Tumbo", muy próximo a la calle Pardiñas y al conjunto de la Fuente Vieja. En este lugar se levantaba una pequeña edificación, en la que residían José Antonio Fernández "Llollas" y su esposa Dolores Boquete, en compañía de varios hijos. Dolores ayudaba a su esposo con mucha frecuencia en sus tareas. El 28 de junio de 1906, Dolores estaba preparando el fuego para la fiesta del San Cristóbal, al encontrarse su marido indispuesto. En un momento de la tarea y al tratar de colocar un pistón a una bomba, hace ésta explosión, extendiéndose las chispas al resto de explosivos. Se escucha en toda la ciudad un gran estruendo, seguido de varias detonaciones.
La pequeña edificación que servía de vivienda y de taller a "Llollas" se encontraba en llamas, las campanas mayores de la catedral y de la nueva parroquia de Santiago tocaban a incendio. Muchos vecinos se acercaron con celeridad al lugar con intención de sofocar el fuego y de socorrer a las posibles víctimas. Con gran valor logran rescatar de entre las llamas y de un montón de escombros a la desafortunada Dolores, cubriendo su ensangrentado cuerpo con el manto del profesor del Seminario mindoniense D. Vicente Saavedra e inmediatamente es trasladada al Hospital de San Pablo, donde dejó de existir al día siguiente.
(1)- Archivo Diocesano de Mondoñedo, parroquia de Santiago, libro 22 de defunciones, folio 35. El párroco dejó escrito en la anotación de defunción de esta niña lo siguiente: ?Desgraciadamente en la Plaza Pública, en los brazos de su madre, por efecto de la explosión de una bomba de fuego artificial, que las sorprendió casualmente?.