 Año 1910-Dice el cronista: ‘El viernes último volvió el Sr. Puertollano a efectuar ejercicios de reconocimiento en las torres de la S.I. C de Mondoñedo y que resultaron sensacionales.
Eran las cinco de la tarde, cuando el audaz escala-torres subió al balconcillo segundo de la torre de las campanas. Desde allí y después de recorrer la balaustrada con una despreocupación rayana en la temeridad, subió gateando por los salientes, hasta la cornisa de la cúpula; seguidamente llegó a los brazos laterales de la cruz, sobre los que descansó. No satisfecho, se colocó después en los adornos del brazo superior, y allí, saludó sombrero en mano, al numeroso público que le contemplaba con una sorpresa, mezcla de asombro y temor.
Pues aun no le pareció suficiente al Sr. Puertollano, y en un colmo de audacia, colocando el pañuelo sobre el extremo final de la cruz, hizo ‘una plancha’ gimnastica asombrosa. Un aplauso cerrado premió la actitud temeraria del trepador quién, después de reconocer detenidamente los deterioros de la torre y pararrayos, descendió en la forma que había realizado la ascensión.
Ya en la balaustrada primera de la citada torre, y siguiendo por sobre la misma, escaló todo el perfil izquierdo del ático central hasta llegar a la estatua de San Rosendo, sobre cuya mitra -con el debido respeto- se colocó Puertollano para saludar de nuevo. Bajó luego de este preeminente sitial y, salvando cornisas, gateando remates y ejecutando toda suerte de peligrosas evoluciones, recorrió el perfil derecho, para seguir por la balaustrada a la torre del reloj, que escaló en la misma forma que la anterior.
Pero algo hizo todavía Puertollano que excedió a cuanto podía esperarse. Ya en el remate de la cruz y después del acostumbrado saludo, puesto de pié, sentose en el supradicho remate y sacando-¡qué dirán los lectores!- un cigarrillo y cerillas, intentó encenderlo. Más el viento era contrario y buscando remedio al inconveniente, giró Puertollano en su cómodo asiento, logrando su intento y fumando luego tranquilamente. El público durante esta maniobra, permaneció estupefacto y temiendo algo terrible, respiró al ver descender al escala-torres y aplaudió entusiasmado’ (1).
En 1960, entre los números del programa de las Ferias de San Lucas figuró la actuación de un escala-torres, que durante dos días actuó ante la multitud congregada y que contempló los escalofriantes ejercicios por las balaustradas de la catedral hasta encaramarse en lo más alto de las torres.
En 1964, previa autorización de las autoridades eclesiásticas, el escala-torres, conocido como “El Águila de Oviedo”, ascendió a lo más alto de la torre de las campanas de la catedral de Mondoñedo, valiéndose del auxilio del pararrayos y bajando por el mismo. Numeroso público se agrupó en La Plaza de la Catedral, Cantón Grande y Pequeño y algunas bocacalles para presenciar el espectáculo. Artista que fue ovacionado por la multitud, la que presenció llena de admiración el pavoroso espectáculo. Es la última vez que uno de estos ‘hombres araña’ asciende a las torres de nuestra catedral.
El escala-torres ovetense se llamaba Ramón Díaz ‘El Águila de Oviedo’. Había ejercido la profesión de albañil en su juventud y era padre de cinco hijos.
Seres humanos que no padecían vértigo. ¡Lo que tenían que hacer algunos hombres para comer a diario!
(1)- ‘El Norte de Galicia’, número 2959, del 29 de septiembre de 1910, pág.2.
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