 Cierto día del mes de junio del año 1909, el popular Antonio Rodríguez, más conocido por “Antonciño” pregonaba por las calles y plazas de Mondoñedo los nombre de los periódicos “El País”, “España Nueva” y “Tierra Gallega”, dando al mismo tiempo gritos provocativos y hasta subversivos e insultando con palabras y ademanes indecentes a respetables transeúntes, entre ellos a unos profesores del Seminario Santa Catalina.
Es requerida la presencia del guarda municipal D. Joaquín Geada por parte de un transeúnte, que le informa de lo que ocurre en la Plaza, contestándole éste de malas formas y que nada tenía que ver con esos sucesos.(1)
Cerca del lugar, un niño que anunciaba y vendía otro periódico, al escuchar a “Antonciño” dar vivas a la República, contestó: ¡Viva la Religión! ¡Abajo la República! El citado niño fue “generosamente” recompensado con dos fuertes bofetadas por un señor de avanzada edad que presenciaba los hechos y que no había tenido siquiera una palabra de censura para el procaz e indecente “Antonciño” que con demasiada frecuencia blasfemaba y que pregonaba los periódicos con voces descompuestas, que no parecían humanas.
Otro día del mes de julio de 1912, se hallaba el Redactor y Administrador del periódico local “El Cruzado” D. Manuel Blanco Muinelo, conversando con otras dos personas ante la puerta de entrada al edificio del antiguo Consistorio, cuando pasa junto a ellos el popular “Antonciño”, vendedor de periódicos liberales, republicanos y “ateos”, insultando al Sr. Blanco, con ademanes indecorosos y graves injurias. De forma educada le ruegan que se retire. Al rato, regresa y arrecia en sus insultos. Agotada la paciencia de D. Manuel Blanco, le dio con un delgado bastón un golpe, que le alcanzó en todo el cuello. Transcurridos unos días, D. Manuel Blanco Muinelo se ve envuelto en un juicio de faltas por lesiones leves en el juzgado municipal.
Según la prensa mindoniense, uno de los motivos por el que “Antonciño” mantenía esta actitud tan poco cortés era que consumía bebidas alcohólicas con demasiada frecuencia, pese a que lo tenía prohibido al padecer ataques epilépticos desde su infancia.
(1)- Periódico La Defensa, número 130, de fecha 16 de junio de 1909.
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