
A primera hora de la mañana del día 15 de febrero del 2013, tres amigos, caminamos desde el barrio de Pacios de Arriba de Cesuras, por el trazado del antiguo camino de A Infesta. Atrás habíamos dejado la fuente de Xeón, el regato y capilla de A Margarita y la edificación conocida como O Corralón, en donde descansaban, hace ya muchos años los viajeros, se hacía la posta de caballerías y se abordelaba con una pareja de bueyes el tiro, hasta la cumbre de los montes de Cesuras. Rebasadas las últimas edificaciones del citado barrio, iniciamos el empinado ascenso del camino de la Infesta. En este lugar la vegetación es muy abundante: castaños, robles, laureles, abedules, eucaliptos y algunos nogales, jalonan el camino. Al poco de iniciar el ascenso, nos encontramos con una encrucijada de caminos, conocida como A Revolada. En este lugar, en el mes de marzo de 1809 fue asaltado un correo francés y varios soldados resultaron muertos. Un vecino de Cesuras, que descendía de realizar ciertas tareas en una parcela de monte, fue confundido por los militares franceses como miembro de los asaltantes, ocasionándole la muerte. Para recordar este suceso, fue colocada una pequeña cruz de madera, sobre un muro de piedra. Las inclemencias meteorológicas y el abandono, permitieron su desaparición.
Posteriormente, después de superar unas empinadas y cerradas curvas, transitamos por el costado de la antigua Dehesa Nacional de Cesuras, la cual estuvo cerrada con unos gruesos muros de piedra y en la que existieron unos robles y castaños muy considerables. En el año 1852 era guarda de la citada Dehesa Baltasar Prieto.
Continuando el empinado ascenso, dejamos a nuestra derecha los restos de unas antiguas canteras y el actual trazado del gas. A mano izquierda dejamos unos verdes pastos, numerosas colmenas y una vista panorámica de la ladera de A Pena da Roca. En este lugar, ya cambia la vegetación; ahora aparecen retamas, uces, plantas de arandanos y zarzas. Después, el trazado del camino realiza un pequeño giro. Nos topamos de frente, en la base de un talud, con la fuente de Don Luís, bien resguardada por numerosas plantas de arandanos, pero muy deteriorada. Continuamos ascendiendo, por entre elevados muros de piedra y grandes taludes de tierra. De frente nos encontramos con una gran piedra clavada en el suelo, conocida como O Marco da Infesta y en algunos documentos citada como Marco da Fervenza. En este punto el trazado del camino se bifurca. Continuamos ascendiendo por el camino de la izquierda, hasta la cima de los montes. Una vez en la cima, giramos a nuestra izquierda, continuamos caminando pegados al talud y cerca,que separa los montes de Cesuras de los de Sasdónigas, y después de caminar unos cuatrocientos metros nos encontramos con la charca natural de A Cabrita. La vista panorámica desde ella de A Pena da Roca, del valle mindoniense y del alto de A Toxiza, es espectacular. Volvemos hacía atrás y nos dirigimos a la otra charca natural existente, conocida como A Lengua da Cabrita, por su forma alargada. A lo lejos divisamos los montes de Toxoso, el pico del Cadramón, las edificaciones de Valiña de Freire y la de Cabanadebella(sic), donde se había resguardado y fue hecha prisionera, la partida carlista mindoniense de 1872. Descendemos monte abajo, hasta dar con el trazado del antiguo camino de carro que comunicaba Mondoñedo con Ferrol. Cogemos el trazado de este antiguo camino, por la parte superior del pastizal de Pedro das Coruxeiras, en dirección al cauce del joven río Pelourín. En este lugar nos encontramos con numerosos restos óseos desperdigados por el pastizal de una cabeza de ganado vacuno muerta. Los numerosos buitres existentes en la zona, se encargaron de dejarlos bien limpios de todo resto de carne y de vísceras. Atravesamos el cauce del río y observamos con detenimiento un enorme corrimiento de tierra ocurrido hace varios años, en la parte inferior de otro pastizal y muy cerca de la orilla del río. Iniciamos el descenso del empinado camino, en dirección a nuestros domicilios. Al remate del descenso, junto a las edificaciones de Pacios de Arriba (Cesuras), todos opinábamos que nuestras piernas se quejaban más del prolongado descenso que del empinado ascenso y ya dejamos proyectada otra pequeña excursión para fechas cercanas.
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