 Si alguna paloma del siglo XIX levantara la cabeza y pudiera ver los palomares que rodean Mondoñedo se sorprendería. En otros tiempos la presencia de un palomar en una finca era señal de riqueza y poderío y eso cambió con la progresiva decadencia del campo y a la máxima emigración a las ciudades. Se llegó al extremo de que las palomas se mudaron a los núcleos de población, invadieron algunas casas deshabitadas y hoy en día son un elemento más de su paisaje, llegando en algunos casos a alcanzar la categoría de ?plaga?.
Se fueron despoblando los campos, se fueron mermando las tierras sembradas, por lo tanto reduciéndose el alimento para estas aves, cuyas crías dejaron de ser tan apreciadas en la mesa. Como si de una moda se tratase, los palomares perdieron su razón de ser y la gran mayoría se convirtieron en almacén de trastos. Su planta circular, sus huecos de entrada bajo el alero del tejado y su piedra ?tornarratos? los diferencia de cualquier otra construcción. Muchos llegaron a deteriorarse tanto que acabaron por ser derribados.
En Galicia se han restaurado algunos palomares, principalmente en Pazos o en bonitas casas de turismo rural. En Mondoñedo existen palomares en la antigua casa de Luís de Luaces, en el antiguo solar de los Vaamonde en el Couto de Otero, en la antigua casa de la familia Cayón en San Lázaro, en el lugar de la Argüeira de la parroquia del Carmen, en el Coto de la Recadieira, en la Brava, Pardiñeiras, San Andrés y Outeiro en Masma, con diferentes estados de conservación.
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