Este blogue nace co obxecto de difundir a actividade da A. C. Irmáns Suárez Picallo, así como de recuperar e por a disposición do público diversos materiais de interese sobre o noso pasado,ao tempo que damos a coñecer os artigos escritos por Ramón Suárez Picallo e outros autores sadenses.
Estruturamos o blogue en varias seccións, nas que terán cabida noticias de actualidade sobre as nosas actuacións, artigos, textos históricos, fotografías...
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EDUARDO BLANCO AMOR, CREATIVIDAD Y MITOS DE LA EMIGRACIÓN |
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EDUARDO BLANCO AMOR, CREATIVIDAD Y MITOS DE LA EMIGRACIÓN
Este año 2017 se conmemorarán ciento veinte años del nacimiento del grande y admirado escritor, nacido en Ourense (Auria), Galicia, el 14 de septiembre de 1897. Blanco Amor es aún recordado en Chile, donde estuvo desde agosto de 1948 hasta finales de 1949. Visitó Santiago de Chile invitado a la boda de la hija del entonces Presidente de la República, Gabriel González Videla, desposada por el primogénito de uno de los más grandes hacendados de la Patagonia chilena y argentina, Alfonso Campos Menéndez, en suntuoso enlace que se llevó a cabo el 28 de septiembre de 1948, en la ciudad de Viña del Mar.
Te preguntarás, curioso lector, por las circunstancias de tal invitación. Bueno, Eduardo fue preceptor lingüístico-literario de los hermanos Alfonso y Enrique Campos Menéndez, en Buenos Aires, a instancias del padre de estos, Francisco Campos Torreblanca, miembro de la alta burguesía adinerada argentina (ya Neruda dejó en claro que en nuestros países del cono sur de América no existen ni existieron auténticos aristócratas), preocupado de entregar a sus hijos una educación óptima. Y no se equivocó al respecto con el ilustre Eduardo orensano, a juzgar por cierto prestigio literario alcanzado más tarde por Enrique, quien obtuvo el máximo galardón de las letras nacionales chilenas, en 1987, merced a su obra narrativa, donde exalta a sus antepasados latifundistas de la Patagonia, a quienes ensalza como ?pioneros?; pero, sobre todo, gracias a su proclividad ?ideológica? con la dictadura criminal de Augusto Pinochet, que también supo premiar a los escasos individuos del arte y la cultura afectos a su gobierno.
Al controvertido Eduardo se le criticó, entre sus paisanos gallegos izquierdistas de la numerosa colectividad bonaerense, por sus coqueteos con individuos y grupos ligados a las altas finanzas, mientras ostentaba posturas progresistas y se aliaba a un decidido antifranquismo. No nos hacemos parte de esa crítica asaz despiadada, pues hay que entender ?y padecer en carne propia- las limitaciones económicas que afligen a los cultores de la literatura y de otras artes en este tercer mundo, donde su marginalidad suele comenzar en el seno de la propia familia, para luego extenderse a casi todos los ámbitos de la vida social (salvo las propias cofradías y los bares bohemios).
En Chile, Blanco Amor fue objeto de continuos agasajos, homenajes y viajes bien remunerados; asimismo, dictó cursillos y profirió conferencias en universidades y recintos de la Armada de Chile. Pero se dio maña para recorrer y vivir el largo Chile ?de mar y vino y nieve?, de punta a cabo, escribiendo luego un puñado de extraordinarias crónicas, publicadas en el diario El Mercurio, y recogidas más tarde en un volumen editado en 1951 por Editorial del Pacífico, bajo el preciso y sugerente título Chile a la Vista, obra de la cual aparecieron tres ediciones sucesivas: 1951, 1953 y 1955.
Mi padre gallego estuvo en el ?lanzamiento? de aquella primera edición y regresó muy ufano a casa, exhibiendo la dedicatoria. ?A Cándido Moure Rodríguez, paisano y amigo, con el afecto de Eduardo Blanco Amor?, con la ancha y bella caligrafía del autor. Aquel ejemplar se extravió; sospechamos de un tío que se lo pidió al papá sin devolvérselo. Por algo nuestro progenitor afirmaba: -?El que presta un libro es un huevón, pero más huevón aún es quien lo devuelve?.
Recuperé, de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional (Chile), cuatro crónicas que no fueron incluidas en las primeras ediciones, las que integrarían la edición gallega de 2003 (Galaxia), patrocinada por el Consello da Cultura Gallega, con un breve ensayo introductorio (de mi autoría), en lengua gallega; una cuidada edición en la que releo las sabrosas y vibrantes crónicas, en especial las referidas a Chiloé, la Nueva Galicia, y las ofrendadas a Ramón Suárez Picallo, su entrañable amigo sadense, incluyendo los epitafios irónicos que ambos se dedicaron.
Hay dos posiciones encontradas respecto a la trascendencia cultural y lingüística de la diáspora gallega sudamericana, representada, sin duda, por Buenos Aires, la ?quinta provincia?, con su medio millón de gallegos transterrados (desterronados, escribió el poeta Efraín Barquero), en las últimas décadas del siglo XIX y las tres primeras del siglo XX. Para Luis Seoane, como bien lo señala, a través de certera entrevista, Víctor Freixanes, en su libro Unha ducia de galegos, los emigrantes radicados en la capital del Plata constituyeron, a lo largo de medio siglo, el reservorio vivo de la cultura gallega, avasallada en el noroeste de la Península Ibérica, tanto por el centralismo secular como por la férrea mano ?españolista? de Francisco Franco. Para Blanco Amor, esto constituye una mitificación, muy alejada de la realidad. (Debiésemos considerar, no obstante, el sesgo personal de quien vivió una experiencia dura y a ratos, odiosa y discriminadora, en la sociedad argentina de su tiempo). Así se lo manifiesta Eduardo a Freixanes, en un breve texto que traduzco para ti, comprensivo lector:
?Hubo grandes mitólogos de la Galicia emigrante, y todo tenía su explicación, todo tenía un sentido claro en el momento en que la Galicia de aquí no era nada, estaba muerta, avasallada, sin poder expresarse. Entonces, había que reforzar y aun crear como fuera la ?otra Galicia?. Pensemos en los años inmediatamente posteriores a la guerra civil, sobre todo cuando llegan a Buenos Aires los exiliados. La galleguidad necesitaba una patria, porque la suya original no le pertenecía. Había que crear otra patria que reuniera a los gallegos esparcidos por el mundo o que resistían en la propia tierra, escondidos con la esperanza de que vendrían mejores tiempos; había que mantener la esperanza en algún sitio, y se creó el gran mito de la Galicia Emigrante. Pero, ¿qué era esa Galicia emigrante? Una minoría que luchaba aislada comparado con la gran marea de la emigración, una minoría que hacía a veces milagros para mantener la lumbre entre centenares de enanos y las masas indiferentes o manipuladas. Eso es cierto. El dinero que gastó Seoane, por ejemplo, con sus empresas editoriales? Es cierto que no todos los emigrantes son enanos, claro que no, pero la mayor parte de ellos jamás hizo nada para apoyar o merecer el gran esfuerzo de los que allá lucharon por dignificar una tierra y una cultura ante el mundo? Recuerdo, por ejemplo, una conferencia que fui a proferir en un pequeño teatro de una comunidad gallega. Comencé a hablar en gallego. ¡La que se armó! ¡Me arrojaron objetos al escenario! El presidente vino a decirme que qué pensaba yo que eran ellos, si creía que eran unos desgraciados, unos incultos, unas bestias que no sabían hablar como todo el mundo. (Como los ?caballeros?) Nuestra gente arrastra un complejo histórico que es como un cáncer y yo, aquel día, no proferí en realidad una conferencia, sino que encabecé un mitin (1)...
A la luz de nuestra propia experiencia -guardando la distancia con el admirado Blanco Amor-, aunque sea desde Chile, donde habita una reducida colectividad gallega (tres mil individuos, quizá, contando los escasos inmigrantes originarios que aún sobreviven), nos sentimos más identificados con los juicios un tanto escépticos o pesimistas de Blanco Amor. Hace unos días, intercambiamos opiniones al respecto con mi amigo Louis Casado, escritor, periodista, editor de la revista cibernética Polítika. Coincidimos en la apreciación de que la colectividad gallega y otras entidades del variopinto calidoscopio hispano, se encuentran cada día más distantes de sus propias raíces culturales, sumidos en las motivaciones primarias del exitismo económico, dando la espalda al carácter dramático ?y aún trágico- de esa sangría social y étnica que fue para sus ancestros ?que sigue siendo para muchos seres humanos- la emigración, sea esta forzada por el hambre o por la guerra.
Lo hemos experimentado en muchas ocasiones, viendo cómo se estrellan o difuminan las iniciativas culturales ante la indiferencia o la desidia de la mayoría, para constatar un hecho irredargüible: sólo una minoría es capaz de valorar el patrimonio intelectual, lingüístico y estético de la patria de nuestros antepasados.
Quiere decir que somos muy pocos los ilusos y perseverantes en esta causa, quizá perdida de antemano, aunque nos neguemos a asumirlo, aferrados a los lazos intangibles de la esperanza.
-?Somos pocos, pero buenos? ?diría mi padre, sonriendo hacia dentro, como su querido paisano, Eduardo, hijo pródigo de Auria, conservando hasta el fin lo único que parece quedarnos: la antorcha tenue del humor retranqueiro (2).
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Edmundo Moure
Enero de 2017
(1) Extraído del libro Unha ducia de Galegos, de Víctor Freixanes; Editorial Galaxia; Vigo, 1982; páginas 95-96.
(2) Retranqueiro: en lengua gallega, propio de la retranca, forma del humor elíptico del campesinado gallego.
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V ANIVERSARIO DO PASAMENTO DE ISAAC DIAZ PARDO |
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 Hoxe ás 12'30 horas no cemiterio de Boisaca terá lugar unha nova lembranza do ilustre ISAAC DIAZ PARDO con motivo do V aniversario do seu pasamento.
Dito acto, organizado pola Academia Real Isaac Díaz Pardo contará coa participación e lectura de textos e poemas de distintas personalidadese artistas.
A nosa Asociación súmase a dito acto e tratará como outras veces de recoller ditas intervencións e publicalas nun Caderno de Estudos Locais próximamente. |
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CRÓNICA ENTRE AÑOS: PROGRESO Y DESENCANTO |
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 PROGRESO Y DESENCANTO
Escuché la palabra ?progreso? cuando niño (fines de la década de los 40?), por boca de mi padre, quien estaba influido por las ideas del neopositivismo, entonces en boga en esta parte del mundo, pese a que en Europa se imponía el existencialismo, como reacción a la barbarie bélica de la II Guerra. La ciencia y su brazo activo, la tecnología, estaban haciendo posibles logros impensados un siglo antes. Algunos sostenían (sostienen) que las grandes guerras aceleran las aplicaciones tecnológicas. Discutible, pero aquel progreso era un fenómeno ?lo sigue siendo en muchos ámbitos- indiscutible y de suyo perturbador. En julio de 1969, la carrera espacial llegaba a su cenit con el alunizaje de la nave Apolo. (Mi abuela decía que se trataba de una patraña, una invención más del cine aliado a la publicidad, una puesta en escena de burda tramoya).
Ortega y Gasset había advertido, en los años 20? del pasado siglo, que el progreso tecnológico y científico no avanzaba a parejas con una filosofía que lo sustentara, muy lejos de un proceso coherente de crecimiento, moral y espiritual, del orgulloso homo sapiens. Casi un siglo después podemos constatar, con profunda decepción y escepticismo, que su aserto sigue siendo válido y aun que se agudiza el diagnóstico. Nuestro planeta Tierra ?el único que hasta ahora poseemos como hogar- padece un deterioro ecológico y climático de insospechables consecuencias, mientras los estados más poderosos lucubran paliativos falaces para mitigar el ?efecto invernadero? y la contaminación acelerada de ríos y mares, puesto que el sistema económico mundial explota los recursos naturales de manera desquiciada, en pro de una productividad que se basa en el concepto ?desechable?, esto es, crear para destruir de inmediato y volver a producir, acumulando chatarra, basuras y desechos que, en más de un noventa por ciento, no se reciclan ni renuevan. El panorama ?me parece- no puede ser más desolador y oscuro. Y uno se pregunta: ¿hasta dónde será susceptible mantener los forzados ?índices de crecimiento?, dudosa tabla para medir la factibilidad del sistema?
No obstante, surgen voces ilustres que afirman lo contrario, como la de Michel Serres, prestigioso filósofo francés quien sostiene, en su nuevo libro, que ?el mundo vive su mejor época desde hace 3.000 años?. Esto podríamos sostenerlo desde dos perspectivas: una, a partir del añejo providencialismo, basado en el ?plan de Dios para la redención del ser humano y su posterior felicidad eterna?, lo que significa que todo está previsto para un fin específico y radiante: la teleología judeo-cristiana que comparten otros credos del positivismo escatológico; la otra, sustentada en los avances vertiginosos de la ciencia y la tecnología, que serán capaces, incluso, de revertir los procesos, hasta hoy ?naturales?, de la enfermedad, la decrepitud y la muerte, produciendo y clonando individuos cada vez más perfectibles ?biológicamente hablando-.
Michel Serres advierte que: "Si usted busca en Internet 'causas de mortalidad en el mundo", argumenta, "le saldrán las cifras oficiales facilitadas por la Organización Mundial de la Salud. No son datos de Michel Serres, sino de la OMS. Bueno, pues verá usted que la causa menos frecuente de muerte en la actualidad es 'guerras, violencia y terrorismo'. Muere infinitamente más gente a causa el tabaco y de accidentes de coche. Así que hay una gran contradicción entre el estado real de las cosas y la forma en que lo estamos percibiendo, porque vivimos como si estuviéramos inmersos en un estado de violencia perpetua, pero eso no es real en absoluto".
Le faltó al venerable Serres mencionar la obesidad, la diabetes y el cáncer. Pero quizá omite una de las causas de muerte que aumenta con mayor celeridad en este mundo ?ancho y ajeno?: el suicidio, cuyas cifras de crecimiento estadístico resultan alarmantes. Y otra no menos alarmante: el asesinato cotidiano de mujeres y la expoliación de niños y mujeres por los nuevos amos de la economía globalizada.
Me imagino que ?estar bien o mejor? apunta a la incierta probabilidad de encontrar el pájaro azul de la felicidad, lo cual es muy difícil de establecer como parámetro colectivo, salvo que nos atengamos a ciertas encuestas televisivas orientadas a constatar el efecto entretenimiento/dicha, cuyos resultados macro, por ejemplo, asegurarían que ?Chile es uno de los países más felices del mundo?. ¿Cómo puede ser feliz una nación? Será preciso sumar los guarismos de felicidad personal ?en este caso- de sus dieciséis millones de habitantes, establecer luego una escala de la dicha, como quien emplea los rangos Mercali o Richter para medir la potencia devastadora de los sismos, y dividir por esta fórmula el total de la población, aunque sería preciso dejar fuera de ella a los recién nacidos (¿cómo preguntarles, si carecen de memoria transmisible?); asimismo a quienes padecen Alzheimer agudo, pues ni siquiera recordarán momentos felices o desdichados; a los locos o perturbados mentales, aunque entre estos pudiera haber individuos dichosos, ocultos tras las máscaras de su desvarío.
No he leído ninguna de las obras de Michel Serres, por lo que no puedo opinar con propiedad acerca de su pensamiento filosófico. De hecho, el artículo desde donde extraigo sus difundidas opiniones, publicado en el diario El País de España, me fue enviado por mi querido sobrino y amigo, José Antonio Moure Bolados, quien ostenta la saludable inquietud por develar los complejos misterios (problemas, escriben los científicos, renuentes a la palabra ?misterio?) de la existencia, que se reducirían a tres: la vida, el amor y la muerte (caminos entrecruzados de Eros y Tánatos). No obstante, su optimismo (el de Serres) me parece errado, aun cuando debiera yo concluir, ante lo que percibo como mezcla de ingenuidad y ceguera, parodiando a un tío de humor retranqueiro : -?Ojalá que yo me equivoque y él tenga razón, pero ni lo creo ni lo espero?.
Ya me conoces, amigo lector, soy un escéptico irremediable. Como tal, miro el rostro afable y simpático de Michel Serres, en la nítida fotografía que publica El País, al borde de cumplir los ochenta y siete años. Imagino que vive en una hermosa casaquinta (como la que yo sueño), alejado de los apremios del mundo, quizá en el ?lugar ameno? que cantaba Fray Luis de León, saboreando el breve ocaso de la vejez y el confortable laissez faire. Si yo fuera mal pensado, diría que atisbo en la base de la pupila de sus ojos claros la línea rotunda de la irreparable senectud, aunque el brillo de su mirada, más que efecto del lente fotográfico, pudiera ser el destello postrero de su sabiduría, ampliada y enriquecida en los ámbitos de la academia francesa, donde casi todo lo que se diga o escriba nos sigue pareciendo ?sobre todo a los menesterosos del tercer mundo occidental- como un prolongado y emulador destello del Siglo de las Luces.
Otro ilustre anciano como él, a su misma edad de ahora (87), de origen portugués, Premio Nobel de Literatura 1998, José Saramago, escribe en El último cuaderno (2007):
DESENCANTO
Todos los días desaparecen especies animales y vegetales, idiomas, oficios. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Cada día hay una minoría que sabe más y una mayoría que sabe menos. La ignorancia se expande de forma aterradora. Tenemos un gravísimo problema en la redistribución de la riqueza. La explotación ha llegado a extremos diabólicos. Las multinacionales dominan el mundo. No sé si son las sombras o las imágenes las que nos ocultan la realidad. Podemos discutir sobre el tema infinitamente, lo cierto es que hemos perdido capacidad crítica para analizar lo que pasa en el mundo. De ahí que parezca que estamos encerrados en la caverna de Platón. Abandonamos nuestra responsabilidad de pensar, de actuar. Nos convertimos en seres inertes sin la capacidad de indignación, de inconformismo y de protesta que nos caracterizó durante muchos años. Estamos llegando al fin de una civilización y no me gusta la que se anuncia . El neoliberalismo, en mi opinión, es un nuevo totalitarismo disfrazado de democracia, de la que no se mantienen más que las apariencias.
El centro comercial es el símbolo de ese nuevo mundo. Pero hay otro pequeño mundo que desaparece, el de las pequeñas industrias y de la artesanía. Está claro que todo tiene que morir, pero hay gente que, mientras vive, tiende a construir su propia felicidad, y ésos son eliminados. Pierden la batalla por la supervivencia, no soportan vivir según las reglas del sistema. Se van como vencidos, pero con la dignidad intacta, simplemente diciendo que se retiran porque no quieren este mundo.
A mí, Saramago me interpreta bien. Si alguna duda me surge de sus ideas, la aclaro de inmediato, leyendo el Libro del Desasosiego, de ese grandísimo lusitano, poeta y contable, que fue y que sigue siendo en sus textos, Fernando Pessoa.
Si estuviésemos en condiciones de desentrañar la historia que cada cual trae grabada en sus genes, podríamos dilucidar qué eran, hace 3.000 años o más, los antepasados de Michel Serres y los de José Saramago. Quizá los del primero fuesen jefes de la tribu o guerreros poderosos o brujos omnipresentes; los del segundo, campesinos que iniciaban las tareas de la agricultura en una pequeña aldea de Tras os Montes, quizá inventores, a la postre, del espirituoso viño verde.
En esto de especular, todo podría ser, amigo lector. Entretanto, concluyo el 2016 en la tarea de cronista e inicio el 2017 de la mejor manera: encabalgado en las palabras.
Te deseo felicidad, en la medida de lo posible.
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Edmundo Moure
Diciembre 31, 2016
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UNHA ESTRELA BRILLABA EN FONTÁN: LEMBRANZAS DE NADAL |
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 Foi hai moitos anos. Xa preto de trinta. Naquel Nadal, moitas cousas eran diferentes. Para empezar, a xente enviaba postais por esas datas, e non mensaxes vía teléfono móbil (unha tecnoloxía aínda en cernes, mentres que agora moitos non imaxinan a vida sen ela). Non se colgaban bonecos vermellos de barbas brancas nas fiestras, nin se enmarcaban con grilandas eléctricas. Os agasallos aparecían nos zapatos, e non nos calcetíns. As luces das rúas eran composicións con bombillas de cores, e non tiras de LED. Os nenos de San Ildefonso cantaban o premio en pesetas, e non en euros. Naquel Nadal, o futuro parecía menos aterrador: a democracia consolidábase en España, a guerra fría parecía diluírse no mundo, e ninguén imaxinaba que o mellor proxecto mundial nese prometedor futuro sería acabar coa ameaza do terrorismo e minimizar as consecuencias dun cambio climático desastroso e dunha crise que varrería á clase media no país.
Naqueles nadais de mil novecentos oitenta e pico, os nenos formábamos parte da paisaxe das rúas de aldeas, vilas e cidades. E sumabámonos con alegría ás celebracións de Nadal. Escribíamos longas cartas manuscritas aos Reis de Oriente, nas que asegurábamos ser os que mellor se portaban, prendíamos candeas nas mesas das nosas casas, participabamos en beléns viventes de escolas e igrexas, aportando o noso boneco favorito como perfecto Neno Xesús, e prestábamos a nosa inescusable axuda aos nosos pais mentres montaban a árbore a uns días (algúns semanas, pero non meses) da Noiteboa. Esa árbore era verde.
Cando empezaba o frío, e a chuvia impedía que xogaramos na rúa, os meus curmáns e máis eu xuntabámonos con outros amigos da veciñanza, nenos e nenas sen distinción, e urdíamos unha trama secreta: ensaiar panxoliñas. Cantabamos unha e outra vez acompañados dunha vella cinta de casete (que foi delas?) aquilo de "Pero mira como beben los peces en el río", "Falade ben baixo", "Campana sobre campana", "Navidad, dulce Navidad", "Fun fun fun" e unha morea máis de títulos e cantos que hoxe esquecín. Ese ensaio levábase á práctica o día de Noiteboa, cando cargados de abrigos e bufandas, de culleres, botellas de anís, cunchas e pandeiretas de plástico, nos dirixíamos Fontán arriba coa nosa caixa de habanos baleira e coa nosa ilusión intacta, para petar nas primeiras casas, e iamos baixando rúa por rúa a pedi-lo aguinaldo ata chegar ao porto. Timbrabamos en cada porta, e señoras en mandil que nos coñecían polos nosos nomes ou polos dos nosos pais abrían traendo tras de si o recendo de carne asada, bacallau... A elas adoitaba unirse o resto de persoas que estivese na casa, e escoitaban as panxoliñas (esas ensaiadas dende días atrás) con estoico sorriso e nalgúns casos mesmo con aplausos. Cinco pesos (vinte e cinco pesetas, para os que o esqueceran) eran o noso botín máis prezado, que pasaba a ocupar o seu lugar na caixa de habanos. Doutras casas, saiamos cargados de doces e polvoróns. No bar dos meus tíos ofrecíamos o noso derradeiro recital da noite, diante de homes que na súa maioría traballaban no mar e logo de apurar o último trago ían a deleitarse coas ceas cuxa preparación interrompéramos por uns minutos un pouco antes, homes en aparencia rudos que ceibaban gargalladas coa nosa arte e logo abrían con solemnidade a súa carteira de coiro, ata que a caixa de habanos non daba xa máis de si. Deseguido, faciamos reparto do recadado, moedas prateadas con cheiro a puro, sentados á entrada do bar.
Logo todo era erguerse co peto cheo ?manancial de futuras larpeiradas non aptas para os cativos de agora- e volver para as nosas casas, coas nosas respectivas familias a gozar da maxia da xornada, con parada inescusable no muro (para quen non coñece Fontán, o muro é como un miradoiro sobre porto e mar). Dende alí xogabamos a buscar a estrela de Belén, que, supúñamos, sería aquela que máis brillaba no ceo.
Foi hai moitos anos. Xa preto de trinta. Esta Noiteboa busquei outra vez a estrela que máis brillaba no ceo. E, como un lóstrego, a lembranza partiume por dentro, e souben que esa estrela brillante xa a levaba comigo.
Texto de Vanesa Santiago Vázquez.
Imaxe: rapazada no porto de Fontán gozando dos agasallos do inverno de 1987. |
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DESEXÁMOSVOS BO NADAL E BOAS FESTAS |
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Libros galegos en Chile |
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EL FELIZ AGASAJO DE LOS LIBROS
Ayer compartimos -Marisol y yo- con mi amigo Oscar Pedreira Álvarez, primo hermano (curmán) de nuestro recordado Demófilo Pedreira Rumbo, en casa de su hija Marisol y de su yerno Pablo Terra, un almuerzo memorable. Marisol Pedreira cocinó una paella deliciosa, que acompañada de un espirituoso vino blanco, escanciado gentilmente por Pablo y de una entretenida conversación, articuló la grata velada.
Oscar Pedreira, coruñés, de profesión ingeniero y de largo oficio como vendedor de libros en Argentina, reside en Caracas, Venezuela, junto a su hijo. Disfrutará la canícula estival de Chile, merced a la hospitalidad de su hija, yerno y nietos (Andrea y Diego), hasta mediados de enero próximo. Nos une nuestra común ascendencia gallega y el recuerdo entrañable del inolvidable (inesquencíbel) Demófilo, ese magnífico ?gallego de dos mundos?, como le bautizáramos en mi libro Gente de la Tierra, cuya muerte física (pasamento) parecemos no asumir, como si nuestra porfía gallega lo trajera de nuevo al permanente coloquio.
Oscar posee con su hijo una librería en Caracas, que a duras penas sobrevive en medio del desastre económico y social que padece hoy la patria de Simón Bolívar. Al concluir el almuerzo, mientras disfrutábamos un exquisito flan de leche (recordé la ?leche asada? que preparaba mi abuela gallega en Chacra El Olivo), Oscar me distinguió con el feliz agasajo de siete libros, que paso a detallar:
Unha ducia de Galegos, de Víctor Freixanes, destacado escritor y periodista, a quien conocí en Vigo, hace diez años. Se trata de un conjunto de doce biografías de grandes gallegos de la literatura: Ramón Otero Pedrayo, Valentín Paz Andrade, Luis Seoane, Eduardo Blanco Amor, Ramón Piñeiro, Celso Emilio Ferreiro, Xaime Isla Couto, Xesús Alonso Montero, Xosé Manuel Beiras, Xosé Luis Méndez Ferrín y Monseñor Araúxo Iglesias... Con estos autores me vincula (vencella) mi amor por la palabra creadora y mi fidelidad anímica y espiritual con la lengua de Rosalía de Castro. (Esta mañana, durante mi viaje habitual en el Metro, he leído las bellas y certeras páginas dedicadas a Ramón Otero Pedrayo, el hijo dilecto de Trasalba).
...Sigo en la mención de los libros: Homes do espacio, de Lois F. Marcos, breves relatos; Adiós María, novela de Xohana Torres; Historias do Canizo, de Ánxel Sevillano; Manuel Curros Enríquez, súa vida e súa obra, de Luis Carré Alvarellos, obra editada en 1953, en Buenos Aires, la ?quinta provincia gallega?; La Monja de San Payo, de Valentín Lamas Carvajal, el escritor ciego del siglo XIX gallego; un conjunto de viejas leyendas escritas en lengua castellana, edición de 1930, hecha en Ourense.
Dejo para el final de este escrutinio-resumen del amable agasallo de Oscar, ese libro extraordinario que mi padre leía y releía, glosando a pie de página y marcando frases, oraciones y párrafos. Me refiero a Sempre en Galiza, del gran Alfonso Rodríguez Castelao, auténtico renacentista gallego: narrador, ensayista, dibujante eximio, médico y destacado político de la II República Española, fallecido en el exilio de Buenos Aires, el 7 de enero de 1950. Se trata de una edición de 1976, auspiciada por el Centro Galego de Bos Aires. Mi padre decía que se trataba de un virtual ?evangelio gallego? que todos los paisanos debiesen leer y conocer en profundidad. Su reflexión era quizá un resabio tardío del positivismo, cuyos mentores confiaban en la perfectibilidad humana a través de la educación.
Sempre en Galiza es una suerte de diario testimonial de Castelao, escrito en lengua gallega, a partir de sus experiencias políticas e ideológicas en esa España ?de charanga y pandereta? que hombres notables como él lucharon por liberar y modernizar, por arrancarla de las garras de una monarquía decadente y de una jerarquía eclesiástica aun sumida en la atmósfera inquisitorial de la Edad Media. Extraigo un breve párrafo, palabras donde destella la vieja ironía galaica, que alguna vez nos leyera mi padre en la sobremesa de los domingos (la traducción es mía, del original en gallego):
Estoy lejos de mi Tierra, en Badajoz. Me cubre un inmenso fanal azul. Me encuentro en la torre de ?Espanta Perros? y veo desde aquí las calles incardinadas de la ciudad. Una espigada cigüeña vigila desde el borde de su nido, y las torcazas chillan en el aire. En la lejanía percibo la fortificación de Elvas -la plaza portuguesa, enemiga temporal de Badajoz-Me acompaña un perro vagabundo, que me sigue a todas partes; un can nostálgico y fiel, que me mira con ojos amorosos; un perro agradecido hasta el servilismo, que por un terrón de azúcar me aguarda en la puerta del café, para hacerme compañía en el paseo vespertino... Este afectuoso animal me provoca enojo y compasión, y viéndolo tan hambriento, tan sucio y tan manso, me parece un símbolo... ?Aquí se muere de asco hasta el obispo?.
Prosa vibrante, incisiva, a ratos descarnada, en ocasiones poética, sin falso lirismo ni efusiones edulcoradas. Es el artista pleno, a quien ?le duele España?, como le dolía a Unamuno y a Machado. (Siento la tentación de seguir leyendo, pero mi jefe me pide la relación de los impuestos a pagar; guardo el volumen y espero, como si yo fuera Fernando Pessoa, escondiendo entre los libros de contabilidad los poemas que escribía en desmedro de la anotación compulsiva de los registros contables)?
Oscar Pedreira no habló mucho esta tarde. Yo le observaba de soslayo. Sus ojos, de cuando en cuando, parecían perderse en lontananza, entristecidos por la añoranza de su patria actual, Caracas. También a él le duele su Venezuela ultrajada.
Los gallegos, apreciado lector, tenemos al menos siete patrias, como bien me lo hiciera saber, hace quince años, ese gran maestro gallego llamado Basilio Losada.
Ya te contaré acerca de eso, curioso lector, uno de estos días. Por ahora, disfruto el regalo de los libros que han llegado a mí de la mano de Oscar, un galego bo e xeneroso.
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Edmundo Moure
diciembre 19, 2016
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VALDI, CHAIREGO DE HONRA 2016 |
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 Onte nomeouse chairego de honra en Vilalba ao noso socio e amigo Xosé Val Díaz. Dende aquí, vaian os nosos parabéns! |
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Presentación de VINTE FRAGMENTOS DE MOCIDADE VORAZ |
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Hoxe,ás 20´30 horas, na Oficina Municipal de Información Xuvenil (OMIX) de Sada, sita na avenida da Mariña nº 62, se presenta o libro VINTE FRAGMENTOS DE MOCIDADE VORAZ coa participación do seu autor Tito Pérez e a colaboración especial de José Erre. |
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FIDEL CASTRO, hijo de padre lucense |
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FIDEL CASTRO, HIJO DE PADRE LUCENSE
Paciente y alerta lector cautivo, me propongo escribir aquí una crónica distinta, más entrañable, quizá, obviando el odioso enfrentamiento ideológico (por lo general, desprovisto de ideas) con el que se pretende denostar al líder cubano después de su muerte, con aleteos de zopilotes y graznidos de cuervos.
Como bien sabéis, Fidel Castro Ruz fue hijo de un gallego de Lugo, de la aldea o villa de Láncara, que visitara en julio de 1992, donde fue vitoreado por tirios y troyanos; más por gentes de derecha, muy abundosas en Galicia desde tiempos remotos. El periodista Fernando Orgambides escribió a la sazón una interesante crónica, publicada en el diario El País. Con ella haré algo inusual y espero contar con vuestra benevolencia: glosaré los principales párrafos del artículo, destacándolos en cursiva y negritas, amparado en la irrefutable certeza de la muerte del controvertido líder de la Revolución Cubana. (Sí, con mayúsculas, como la Francesa, la Mexicana y la Rusa, aunque les escueza a los neo-admiradores de Pinochet).
Preciso es recordar que nosotros, los Moure Rojas, somos como él, hijos de campesinos humildes por la vía paterna.
El líder cubano, Fidel Castro, se declaró ayer (28 de julio de 1992)"hijo legítimo de Galicia" y prometió que jamás defraudará a sus progenitores, en el curso de la jornada más emotiva de su viaje a la tierra de sus antepasados, donde conoció personalmente el terruño de su padre. Castro, acompañado siempre por el presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga Iribarne, confesó que su estancia ayer en Láncara (Lugo), donde fue vitoreado por los vecinos, queda registrada ya como uno de los días más importantes de su vida.
Curiosa compañía, paradojal para algunos. Manuel Fraga Iribarne fue ministro de Turismo y Comunicaciones, durante los treinta y ocho años de férrea dictadura militar-católica-corporativista de otro gallego, oriundo de El Ferrol (A Coruña), Francisco Franco Bahamonde. Pero a ambos los ligó una suerte de amistad, puesto que el padre de Fraga compartió con el padre de Fidel, varios años, como emigrante en Cuba.
Para tanto desavisado, cumple recordar que el gobierno de Franco, pese a la indignación del Departamento de Estado de USA, no se sumó al infame bloqueo contra Cuba. Ante la reclamación hecha por un delegado oficial de John Kennedy, enrostrando a Francisco Franco su ?inconsecuencia? al apoyar a un régimen marxista-leninista y ateo, el cazurro dictador respondió: -?Doscientos años antes de que ustedes existieran como nación, nosotros ya teníamos estrechos vínculos con Cuba?-.
Aclamado por un grupo incondicional de adictos que le siguen a modo de coro por todas partes, el líder cubano cumplió por fin su anhelado deseo de conocer el lugar donde nació su padre: Láncara, un pueblecito situado a veinte kilómetros de Lugo. Castro y Fraga, rodeados por un impresionante dispositivo policial, llegaron a Láncara poco antes de la una de la tarde. Estuvieron en el pueblo poco más de veinte minutos y visitaron juntos la casa, hoy deshabitada, donde nació Ángel Castro y Argiz, un emigrante de extracción humilde que hizo fortuna en la isla.
Recuerdo que la hermana de Fidel, quien se autoexilió en Miami, en procura de la democracia de color verde, transformándose en feroz opositora al régimen de su hermano, rompió definitivamente con Fidel cuando éste se negó a pagarle una cuantiosa indemnización, luego de haber expropiado la hacienda cañera de su padre, que pasó a ser propiedad del Estado.
La casa, sin luz eléctrica, es una vivienda de una sola planta construida sobre piedra, que sólo ha sido habitada por otras dos familias más después de la de Castro.
Al respecto, mi padre comentaba que, desde la Edad Media y hasta fines de los 70, en la ?Galicia profunda?, de la que era originario, la vida rural y sus consiguientes relaciones parroquiales, habían variado muy poco. De hecho, apenas a comienzos de los 80 llegó allí el maravilloso (y terrible) invento de la televisión.
El líder cubano departió con su familia, paseó por la única calle de Láncara y fue vitoreado por unas doscientas personas. La banda de música de Sarria le obsequió con unos pasodobles y la orquesta cubana Neno González, que se trasladó a Láncara expresamente desde Asturias, le interpretó unas congas.
Todo resultó feliz, pero no hubo grandes emociones. Una hora antes, Castro fue nombrado "hijo predilecto" del lugar en la parroquia donde está instalado el concejo, Puebla de San Julián. Paradójicamente, la emoción no se apoderó de Castro, que era el homenajeado, sino de Fraga que, a mitad de un discurso de bienvenida al líder cubano, prorrumpió en sollozos. Nadie se explicaba ayer por qué lloró Fraga y no Fidel. Las lágrimas del presidente de la Xunta se desprendieron justamente en el instante en que recordaba la emigración gallega y, particularmente, la de su padre a Cuba, cuya historia personal es muy paralela a la del progenitor de Castro.
En 1999, luego de la ceremonia oficial de la entrega de los Premios Galicia, a personajes de distintas esferas que han hecho lo suyo por el engrandecimiento de la patria de Rosalía de Castro, comenté a mi amiga, la maestra Maricarmen Pazos, que yo había visto llorar a Manuel Fraga. Ella me respondió, con laconismo y retranca gallega: -?Non te preocupes, Fraga sempre chora?. Bueno, pero no serían, en este caso, lágrimas de cocodrilo?
El líder revolucionario recordó a su padre en sus intervenciones públicas de ayer, pero insistió en declararse "nieto de campesinos pobres" más que hijo de un emigrante gallego que hizo fortuna en América. Reveló que su padre pensó en volver siempre a Láncara, pero no pudo hacerlo, y por eso ayer era para él un día de emoción grande. El presidente de la Xunta recordó las vidas paralelas de ambas familias y, dirigiéndose a Castro, comentó que los gallegos son gente que saben distinguir entre lo público y lo privado, personas entregadas al trabajo, el ahorro y la iniciativa individual, e invocó a Dios para que la isla encuentre rápidamente la reconciliación entre sus dos comunidades enfrentadas.
Parientes míos, tocados por la vara de la fortuna, afirman aún hoy que nuestro abuelo Cándido no era un emigrante, sino un diplomático que viajó para cumplir funciones representativas en Buenos Aires. La mala imaginación suele correr a parejas con la desmemoria.
En realidad, Fraga formuló un llamamiento velado a que Fidel hiciera cambios en la isla, pero Castro -que ayer suspendió por sorpresa una comparecencia ante los medios informativos- no contestó. Fraga, por último, le ofreció "nuestra casa", en alusión a Galicia, "no exenta de problemas, pero abierta a todos y con todos en paz", y le invitó a adaptarse a los nuevos tiempos, lo que se interpreta como un velado llamamiento para la democratización de la isla.
Este ?llamamiento? resulta curioso y algo esperpéntico, viniendo de quien fuera Ministro de un régimen que conculcó todas las libertades cívicas. Fraga, como bien se sabe, articuló durante su larga gestión la censura de los medios periodísticos y de la literatura. En cuanto a la ?paz? -relativísima por cierto-, a la que alude, en nombre de su Dios vengador, esta se logró después de un millón de españoles muertos, parte en la guerra fratricida y parte por las ejecuciones sumarias a lo largo de tres décadas.
La exhortación de Fraga Iribarne se parece mucho a los clamores de los pinochetistas chilenos ?en defensa de la democracia y de los derechos humanos?. Al menos, a Fraga le ayudaba el incomparable humor gallego.
Y concluye el cronista, sin mucho entusiasmo, como se aprecia, por aquel ilustre visitante indiano:
?Terminó con una romería popular, a la que asistieron más de mil personas, en la localidad lucense de Armea de Arriba. Castro y Fraga degustaron vinos de la tierra y almorzaron empanadas, pulpo, sardinas, pimientos asados y rosquillas. Ambos cerraron el día con una partida de dominó. Ganó Fraga.
El dominó requiere de cierta pericia numérica y de una buena dosis de picardía. Lo que le sobraba a Manuel Fraga le faltaba a Fidel Castro, seguro. Después de todo, es misterioso el reparto de los dones.
Y si nos atenemos a la pertinacia y a la longevidad -en el poder, en el ánima y en el cuerpo- de Fidel Castro Ruz, coincidiremos con Camilo José Cela (escritor gallego, Premio Nobel de Literatura 1979), en que: ?nunca se puede ser gallego impunemente?.
¡Que viva Galicia! ¡Que viva Fidel!
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Edmundo Moure
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Pésame por Celestino Poza |
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 Dende a AC Irmáns Suárez Picallo queremos expresar publicamente o noso pesar polo pasamento de Celestino Poza Dominguez, e sumámonos ás condolencias á familia e persoas achegadas a el.
S.T.T.L., compañeiro.
--> Noticia en La Voz de Galicia: Falleció el pintor Tino Poza.
--> Noticia en La Opinión de A Coruña: Fallece Celestino Poza. |
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