 RSP comenta neste artigo o contido dunha carta familiar que chega de Italia a Chile sinalando as duras penalidades que están a pasar pola guerra e solicitan axuda.
Suárez Picallo comenta que, a pesares das dificultades e penurias destas familias italianas certo é que poden contarse uns aos outros as penas, situación que no se está a dar noutros países (enténdase España)onde cando escriben a América teñen que facelo utilizando unha doble linguaxe ou linguaxe figurada e pon algúns exemplos moi ilustrativos...
27 de mayo de 1944
¡CARTAS!
Por Ramón Suárez Picallo
Nuestro distinguido colaborador y amigo dilecto, don Juan Cappello, líder de los italianos democráticos y antifascista de Chile, ha publicado y comentado en ?La Hora? de ayer una conmovedora carta familiar, proveniente de su Patria.
Es el mensaje de un hermano, que reside allá, dirigido a otros dos que residen aquí, escrito con humanísima sencillez, en el tono llano en que se relatan lo hondos dramas de nuestros día acaecidos en la vieja Europa de hoy: ?los chiquillos en la guerra, los campos asolados y yermos, los amigos tal y cual muertos y nosotros a salvo, ?pero no tenemos nada; los malditos tudescos nos han dejado sólo con los ojos para llorar?. Os ruego, si podéis ayudarnos, socorriéndonos, no en dinero, pero sí en ropas, porque estamos todos desnudos y descalzos. ¡Si pudiésemos partir, y llegar a donde ustedes se encuentran! ¡Pobres de nosotros y de nuestros pobres hijos! No sigo más porque me tiembla la mano.? Y después los consabidos besos familiares, estremecidos de ternura y de lágrimas.
La carta, de la que copiamos sólo párrafos sueltos, está escrita en la Italia ocupada por los aliados, y le inspira a su comentarista, párrafos amargos, quejándose de la insolidaridad humana para con los que sufren ?hijos, padres, amigos, hermanos? las consecuencias de una guerra que ellos no provocaron.
Dese por satisfecho don Juan Cappello, porque sus compatriotas puedan, cuando menos narrar, con libertad a sus familiares de este lado, su hondo y triste drama. Porque otros, de otros países, no pueden ni siquiera darse el consuelo de ese desahogo. Cuando escriben a los de América, han de hacerlo con palabras figuradas, alegremente, sin quejarse, y aún demostrando que por allí todo va bien como en el mejor de los mundos, sin poder confiar el secreto de su infortunio más que a los surcos de la tierra o al agua de los ríos.
Conocemos y hemos leído muchas de esas cartas y podemos asegurar que, recogidas, recopiladas y traducidas a su verdadero significado, harían varios volúmenes de historia contemporánea, de esa que se les escapa siempre a los historiadores oficiales de todos los bandos. He aquí algunos párrafos de ellas:
?DONDE DIGO: DIGO, NO DIGO DIGO...?
?Tengo que informarte que nuestro hermano José, volvió a caer enfermo, del mismo mal que antes y está en el mismo hospital. Parece que esta recaída es grave.? (José ?ésta es la traducción? está otra vez en la cárcel y se teme que lo condenen a pena grave o gravísima).
?Antonio, el hermano de tu cuñado, ha muerto de la misma enfermedad que Juanito del Puente; fue un día de luto en el pueblo; de luto y de temor, pues esa enfermedad no para, y tiene el carácter de contagiosa?. (Juanito del Puente, el nombre de la referencia ha sido fusilado).
?Aquí trabajamos mucho ?dice una mujer a su hermana de América? haciendo costura, como las telas están muy caras y raras por causa de la guerra, se ha puesto de moda hacer vestidos con tela de saco. Quedan muy ?originales? y parece que la moda durará mucho. También las señoritas que usan sombreros, recogen los viejos de los hombres y los arreglan para ellas con la mar de zurciduras. He visto tu retrato y el de los niños. ¡Qué bien estáis y que envidia os tenemos!?
?Querido hijo mío ?escribe a su hijo exiliado una madre anciana? como ya estoy muy vieja, y no puedo trabajar, me dedico a hacer visitas diarias a las señoras A. B. C. D., etc. Son muy buenas conmigo y consideran mucho mi soledad.? (La madre anciana perdió a su hijo en la guerra, otro murió en sitio peor aún que la guerra, y el otro está en el exilio. Las ?visitas? a que alude quieren decir que pide limosna a las señoras A. B. C y D.) Y a qué seguir copiando. No terminaríamos en muchos días.
A veces, el censor, que conoce al remitente y al destinatario de las cartas, pone de su puño y letra una desenfadada apostilla; las hay de toda índole, desde la blasfemia hasta la chunga humorística, con dibujos y todo. Y otras veces diciendo la verdad a secas, con cierto rencor y regodeo.
Cartas de Europa: ¡Ay amigo Cappello! La que usted comenta es casi optimista, en relación con otras que nosotros conocemos, en las que ni siquiera se puede llorar, ni suplicar, ni pedir nada, ni decir ni los nombres y apellidos de seres muy amados, presos, muertos o condenados a trabajo forzado.
Si un editor recogiese sólo cincuenta de estas cartas -escritas en distintas fechas y países europeos desde cinco años a esta parte- y las publicase, daría al mundo el más verídico y estremecido panorama de la Europa de nuestros días y del aterecido dolor de millones de sus criaturas; y demostraría además como el ?estilo epistolar?, un poco abandonado en la literatura, es mucho más adecuado para hacer historia auténtica, que aquel otro, solemne y ampuloso, que se usa en discursos políticos y diplomáticos.
(Artigo publicado no xornal La Hora, de Santiago de Chile o día 27 de maio de... 1944) |